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  • Foto del escritorDra Matilde García Gordón

Trastorno obsesivo compulsivo-TOC1



El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) se caracteriza por dos tipos de síntomas distintos pero que están estrechamente relacionados, las obsesiones y las compulsiones.


Las obsesiones se manifiestan en forma de pensamientos o imágenes intrusivas que llegan a la mente de la persona contra su voluntad. Pueden manifestarse también como una especie de impulso o deseo urgente o como una necesidad irresistible de decir o hacer algo. Estas obsesiones generan una gran incomodidad en la persona, de forma que esta intentará hacer algo para quitarlas de su mente y recuperar la tranquilidad.


Es en este momento cuando surgen las compulsiones que son conductas que se realizan para reducir ese malestar que provocan las propias obsesiones. Estas compulsiones pueden ser manifiestas como por ejemplo decir algo, preguntar, comprobar, lavarse las manos, repetir una acción, o encubiertas como pensar en algún número, rezar, o contar.


Según Carr (1974) la ansiedad tan elevada, producida por cualquier estímulo que pueda suponer una amenaza potencial, resulta de la creencia que mantiene la persona de que ese evento tiene una exagerada probabilidad de ocurrencia. Por lo que las conductas compulsivas estarían orientadas a disminuir esa probabilidad de que ocurra el evento temido.


Siguiendo los modelos explicativos del origen del TOC, en concreto los de McFall y Wolfsheim y el de Salkovskis, el paso desde un pensamiento intruso normal hasta que se convierte en una obsesión clínicamente relevante se produce cuando la propia persona evalúa ese pensamiento como significativo sintiéndose responsable de sus consecuencias o sintiéndose responsable de impedir que suceda o que se haga realidad. Por lo que ya desde las primeras formulaciones del modelo explicativo del origen del TOC, Salkovskis postuló como específicas de esta problemática esas valoraciones erróneas e inadecuadas sobre la responsabilidad que tiene la persona en relación con el daño asociado a su pensamiento. Asociadas a estas obsesiones y junto con estas interpretaciones erróneas de responsabilidad es cuando surgen los sentimientos de culpa, ansiedad, tristeza o malestar en la persona.


Todas las estrategias conductuales y cognitivas que se utilizan para la neutralización de ese pensamiento intrusivo resultan ineficaces, inadecuadas e, incluso, contraproducentes puesto que fortalecen esas creencias previas sobre la responsabilidad que tiene la persona de que ocurra eso que ha pensado y además porque la persona vulnerable al TOC obtendrá criterios no realistas cuando un comportamiento ha sido eficaz para detener la obsesión, atribuyéndolo a esa compulsión, ritual o estrategia cognitivo comportamental de neutralización que ha utilizado.


Por su parte, según Clark (2020), todas las personas que no tienen ningún trastorno también experimentan estos pensamientos o imágenes intrusivas no deseadas, pero el problema del TOC surge cuando a esos pensamientos se les atribuye un significado amenazante o incluso revelador del propio yo, persistiendo esas obsesiones a causa de los propios intentos de neutralizar esos pensamientos.


Además, a largo plazo existiría un efecto sumativo, ya que una vez que vuelva la intrusión que la persona creía tener controlada con sus estrategias de neutralización, se va a sumar ahora la interpretación de que se ha fracasado en ese intento de control anterior. Por lo que cuantas más veces se repita este ciclo, más importancia o más atención consciente se le va a prestar y más van a aumentar las probabilidades de que esa idea inicialmente molesta se acabe por convertir en una obsesión, convirtiéndose en el círculo vicioso del TOC del que no consigue salir.

Sonia García Ferreiro.

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